Lohrena respondió al beso ansiosa, agarrando su
cuello para que no se pudiera separar de ella, cosa que era perfecta puesto que
no tenía intención de soltarla. Jamás. Su olor de vinculación se intensifico y
se dio cuenta de que necesitaba estar dentro de ella. Necesitaba hacer que el
olor estuviera dentro de ella, en su cuerpo, en su pelo.... para que a nadie le
quedara ninguna duda de quién era su Hellren. Los silbidos y gritos de
los hermanos fueron lo que hicieron que se separara de ella. Inhaló. Su Shellan
estaba excitada, y esta vez no había rechazo. No se había atrevido a tocarla
aun, a pesar de lo que había dicho Havers. Pero hoy sería diferente. Era hora
de seguir las órdenes del doctor.
Cogió a Lohrena en brazos y fue hacia las escaleras,
subiendo de dos en dos. Se detuvo por la mitad, mirando a Lohrena.
- Si quieres, podemos quedarnos a celebrar, tahlly. Podemos hacer...-el amor-... lo que
sea, más tarde.
Lohrena acaricio su mejilla con su mano libre y negó
con la cabeza.
- Hazme tuya.
El susurro le lleno de energía e hizo que su polla
endureciera hasta un punto doloroso. Muy doloroso. No pudo contener el ronroneo
que le salió, al pensar en lo que estaba a punto de pasar. Necesitaba estar
dentro de ella ya. La idea de soltarla y hacérselo aquí en el pasillo entre las
estatuas de Darius era tentadora, pero cualquiera los podría pillar y le
tendría que arrancar la cabeza a quien fuera. Antes de Lohrena, le importaba
una mierda quien lo viera. ¿Ahora? Necesitaba esa intimidad. Saber que estaban
ellos dos solos, sin nadie más. Entró en su habitación y encendió las velas con
su mente a la vez que soltaba a Lohrena con cuidado.
*-*-*-*-*-*-*
Lohrena apretó la caja contra su pecho. Estaba
nerviosa, aunque no tenía porque. Se separó de Rhage para buscar un sitio donde
guardar la caja. Era importante para ella, así que no lo quería dejar
simplemente en cualquier cajón.
- Los demás lo suelen guardar en la caja fuerte. O
eso me han dicho.
Lohrena lo miró. En la caja fuerte, entre armas y
dagas, pero protegido y rodeado de todo lo que era suyo y entre las armas que
protegían a la raza. Era mejor que guardarlo entre braguitas y calcetines.
Asintió y fue con el hacia el armario para guardarlo. De vuelta en la
habitación, se froto las manos. Rhage era magnifico. Cerró las puertas del
armario y todos los músculos de su espalda se movieron. Se fijó bien en su
espalda. Las heridas de su nombre en el lenguaje antiguo aún estaban coloradas,
pero lo que más le llamo la atención, fue el tatuaje del dragón. Creía recordar
que cubría su espalda entera, hasta arriba. Sin embargo, ahora estaba justo por
debajo de las marcas de su nombre. No tenía sentido.
Rhage se dio la vuelta hacia ella y la luz de las
velas jugaba con su piel dorada, marcando las sombras de los valles y surcos de
su pecho. Recordó como había pasado su lengua por cada uno de ellos hacia unos
meses, y estaba deseando volver a hacerlo. Rhage se quitó el pantalón
ceremonial, quedando desnudo ante ella. Estaba duro. Muy duro. Lohrena se dio
la vuelta dándole la espalda pero mirándolo por encima de su hombro.
- ¿Me quitas el vestido?
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